“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.”
2 Pedro 1:10 RVR1960
A todos nos ha sucedido alguna que otra vez que comenzamos o nos adentramos en algo que realmente no nos interesa, ni tienes que ver con nosotros, pero lo hacemos porque otros nos convencen de hacerlo, o por la presión de otras personas, y realmente nosotros mismos no estamos seguros de querer hacerlo. Esto casi siempre termina con una experiencia espantosa, y con nosotros preguntándonos qué hacemos ahí.
Suele suceder que, con el ánimo de aumentar estadísticas en los servicios de personas convertidas, se les lleva a recibir a Cristo sin realmente saber el paso que están dando, sin que se les hable adecuadamente y ellos entiendan la importancia y responsabilidad de ese acto. Este tipo de personas, que no tomaron la decisión, sino que fueron empujadas a ellos, se convierten en los que continúan pecando posteriormente a entrar a la iglesia, o la abandonan en un corto período de tiempo. No existe una certeza de por qué doy el paso de recibir a Cristo como Señor y Salvador. Un pecador arrepentido que es llevado por Cristo a Sus pies, no pecará con facilidad nuevamente, pues se encuentra agradecido del perdón que ha recibido. Pero a este agradecimiento, decisión y voluntad de hacer el bien y agradar a Dios, debemos, como dice Pedro, hacerla firme, para de este modo no caer jamás.
Nuestra decisión fue tomada, y nuestro llamado está hecho. Dios nos da un propósito y tiene un plan para nosotros. Por nuestra parte, nunca debemos olvidar todo lo que Él nos perdonó, cuales son nuestras obligaciones y que se de manda de nosotros. A nuestra fe debemos agregarle convicción y conocimiento. Contrastando lo que éramos antes y lo que somos ahora, las bondades de Dios para nosotros, y la seguridad de salvación y vida eterna, nunca volveremos atrás.
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