“Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre.”
Isaías 40:8 RVR1960
Todo en la vida está en constante movimiento. Muchas cosas varían, y donde antes había una montaña, con el tiempo puede haber una ciudad; en un gran valle puede terminar habiendo un lago. Las ciudades cambian, las edificaciones, las personas. Si bien por un lado es bueno, porque determinados cambios pueden conllevar a desarrollo y mejoras, otros cambios no tanto. Una cuidad próspera puede quedar en ruinas por la guerra, naciones densamente pobladas sufrir reducción poblacional por epidemias. Y si todo cambia, y lo que ahora es, mañana puede no ser, ¿cuál es nuestro basamento?
El profeta Isaías, dando un mensaje, dice: se seca la hierba y se marchita la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre. Dentro de esta palabra, se incluyen las promesas hechas por el Todopoderoso para Su pueblo, tanto el escogido como el adquirido. Están incorporadas todas las profecías por cumplirse, se encuentran todos los principios de vida, todas las condiciones y todos los pactos que se han establecido. Puede el mundo dar un giro de 180 grados, pero Dios no cambia, ni cambiará. Él es el fundamento firme sobre el cual poner nuestros pies, nuestro pronto auxilio en momentos de dificultad, nuestra esperanza para tiempos del fin, el basamento para nuestros principios inquebrantables.
Los gobiernos pasarán, las filosofías y corrientes modernistas pasarán, la manera en que se ve el mundo en la actualidad pasará, pero Dios permanecerá para siempre. Afirmemos nuestros pensamientos y conducta en el bien y la verdad, en basamentos eternos y absolutos, para que no seamos como hojas movidas por las olas y lleguemos a llamar lo malo como bueno. Afiánzate en Cristo.
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