“Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”
Lucas 2:7 RVR1960
Los seres humanos tenemos nuestra propia persona en muy alta estima. Consideramos que nosotros, nuestra familia y nuestras pertenencias son de alto valor y que requiere atención, sea cual sea nuestro estatus social o condición económica. De este mismo modo, tratamos de dar lo mejor que podemos a nuestros familiares, y proporcionarles calidad de vida. Nuestros hijos tienen especial atención, pues dependen de nosotros, y la relación filial que se establece perdura durante toda la vida.
Para la descendencia de presidentes, reyes, y figuras públicas, se genera mucha atención mediática. Tienen cobertura los nacimientos, con las mejores condiciones posibles, en hospitales de gran reputación y especialistas de renombre.
Sin embargo, estamos en vísperas de un evento celebrado en la actualidad por casi todo el mundo, sean cristianos o inconversos, que en su momento pasó casi desapercibido: la navidad, el nacimiento de Cristo. Hoy en día la noche antes de la fecha simbólica en la que se celebra que el Hijo de Dios haya venido al mundo como niño es conocida como nochebuena. Pero este suceso tan significativo para la humanidad desde ese momento y en siglos venideros estuvo revestido de inmensa humildad y características inusuales.
Nace el Rey de reyes y Señor de señores. No fue como uno habría pensado. No fue un hecho de envergadura internacional. Sucedió en silencio. Nadie lo esperaba en la ciudad, nadie creó condiciones para Él. Tras un agotador viaje de sus padres, ni siquiera había un lugar en el mesón para que naciera este bebé. Alguien tan relevante que marcaría la historia de la humanidad nació y fue acostado en un pesebre, en el lugar donde resguardaban y alimentaban animales.
Este niño venía a realizar una tarea titánica que solo Él podría llevar a cabo: reconciliar a Dios con los hombres y ser sacrificio único y eficaz para expiación de pecados de todos nosotros. Su concepción, su nacimiento y toda su vida fue marcada por detalles especiales e insólitos. Pero Él está ahí, tendiéndote la mano desde siempre, y esta fecha es una ocasión especial para reconciliarte con tu Creador. Si nunca has aceptado a Jesús como Salvador, si te has alejado de los caminos de Dios, si hay algún pecado que te aleja de Él, este es el momento de hablarle y tener la relación que siempre debiste tener.
¿Aceptas a Cristo en tu vida?
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